FABULA ETÍLICA

Callejero, eres dueño, de tu vida, tus sueños, tu libertad; tus caminos, son eternos, aunque busques un punto donde llegar”, dice una canción de esas que lo hacen sentir mejor, identificado, una canción que logra tocarlo. Las calles son su sitio preferido; cuando se está constantemente en la calle, el permanecer allí se convierte en apuesta total a una perenne lotería, en la que se gana y también se pierde, nunca puedes estar seguro de lo que con la complicidad de la noche encontrarás en la calle. Se había tomado ya más de litro y medio de licor, y la percepción de sus sentidos comenzó a transformarse; tenía muchísimas ganas de conversar con alguien, pero todos sus compañeros de farra se habían dormido o marchado; estaba solo. Al mirar a su lado, notó que el único que todavía lo acompañaba era “el mono”, pero aun en su embriaguez recordó que nunca habían cruzado palabra; pero en ese momento eso no importaba, por lo menos ya no estaba solo, y lo acompañaba alguien atento con quien charlar; así que comenzaron una amena discusión. Como era la primera vez,-después de tener la compañía y protección del “mono” durante muchas noches-, que podía intercambiar unas palabras con él; le sugirió que le contara su historia, que le comentara cómo, siendo tan distinto, había llegado hasta allí. “El mono”, después de una suave palmada en la cabeza, dio inicio a su narración:
-Recuerdo que, de repente, me vi en medio de un tumulto que no me dejaba dormir, todos hablaban sin parar, todos corrían de un lado para otro y gritaban; se acercaban, me observaban, algunos me sonreían; yo rogaba para que alguno de ellos me diera la libertad, o por lo menos para que me sacara de ese frío encierro. Tenía hambre y ya no tenía agua, el olor a tripas azadas que llegaba desde un restaurante cercano me torturaba constantemente. A mi lado en otro encierro, estaba un ser chocante que olía horrible y producía sonidos extraños, no tenía brazos ni pelo, tampoco dientes, solo unas feas protuberancias en su cabeza, su piel estaba cubierta de formas que yo no lograba entender; desde que lo llevaron trató de atacarme a través de los barrotes. Algunas veces me ponían de vecinos a otros iguales que yo, pero no permanecían mucho tiempo ahí; aunque eran más pequeños, creo que tenían algo distinto, tal vez su aspecto, por eso no duraban mucho encerrados. Yo no sé cuánto tiempo permanecí ahí, solo me daba cuenta de que el sitio donde vivía se me estaba quedando pequeño y yo estaba cada día más incómodo; a veces me llenaba de tristeza y lloraba, pero cuando hacía eso, el que me daba de comer me pegaba para que me callara. En uno de esos días conocí a otro como yo, estaba muy sucio pero andaba libre, buscaba su comida entre la basura y los desperdicios, y cuando me vio se acercó a mi presidio y me dijo que sentía lástima por mí, que yo debería buscar la forma de escapar, ya que aunque la calle no es fácil, es mucho mejor que pasar toda la vida en una jaula. El que me alimentaba lo sacó corriendo apenas lo vio cerca de mí, pero lo que me dijo se quedó dando vueltas en mi cabeza, solo me la pasaba pensando en eso, en todo lo que ofrecía el mundo allá afuera; una mañana me sacaron para asearme y supe que esa sería mi única oportunidad de ser libre, así que apenas toqué el suelo, arranqué a correr con todas mis fuerzas que no eran muchas, no logré avanzar demasiado, pero sí lo suficiente para que me perdiera de vista el gordo que me alimentaba. Después me encontré con mi amigo el sucio; él me enseñó a conseguir alimento entre la basura o cerca de los restaurantes y ventas de comida. Algunos son muy buenos, y de vez en cuando me dan algo sabroso para comer; muchos me dan cariño, la mayoría de los que lo hacen, como tú, beben un líquido de olor fuerte, que los pone sonrientes, bullosos y más cariñosos que antes, ellos, al igual que tú y yo, deben huir constantemente de los malos de verde y cuidarse de los que comen humo; desde hace unos días declaré a todos esos malos como mis enemigos, y soy el primero en atacar apenas los veo acercarse, es mejor mantenerlos siempre a distancia, por eso me quedé a tu lado, para cuidarte y no permitir que te pase nada…
La voz del “mono” se había ido desvaneciendo lentamente, de repente se despertó en medio de una fuerte resaca, pero en su mente permanecía el eco de las palabras de amistad del “mono”; se admiró y se puso a pensar en por qué, nunca antes había hablado con ese personaje. Tal vez era porque “el mono” era un bonito y amarillo perro callejero que se había convertido en el compañero y guardián del grupo de amigos en las cortas e intempestivas noches de calle y licor. DIEGO E.

SIRENA


La sirena sonó esa noche más fuerte y durante mas tiempo que antes, y aunque tratáramos de ignorarla o de tapar nuestros oídos de alguna forma, ese horrible ruido penetraba hasta lo mas profundo del tímpano, de tal manera que lo único que producía era malestar y dolor, además de un sentimiento de temor, por que cuando ese infernal ruido inundaba nuestra habitación y nuestras cabezas, significaba que algo grave y necesariamente malo estaba pasando. Pero esa noche en particular ese ruido maldito sonó demasiado fuerte y durante demasiado tiempo, tanto, que algunos, los mas débiles pero afortunados en esa circunstancia, perdieron el sentido, otros perdieron la razón, y es que era realmente difícil mantener la cordura después de estar mas de una hora con esas ondas taladrándonos el cerebro; llego un momento en el que ya no había espacio en mi mente para los pensamientos, solo permanecía allí ese cuasi grito mecánico, ese horrible lamento que lograba enfriar la sangre; todos esperábamos y desesperábamos por el silencio, y por lo que vendría después de el; pero no llegaba ni lo uno ni lo otro y el lamento continuaba inyectando dolor en mi cabeza, en ese momento vi con horror que Agustín, el músico yacía en el otro extremo de ese gran salón que llamábamos habitación: vencido por la desesperación que le causaba ese ruido, que para el debió ser muchísimo mas mortificante, había comenzado a golpear su cabeza contra el muro, pegándose con cada vez mas fuerza, hasta que su cráneo no resistió mas; un gran charco de sangre lo rodeaba y; además del miedo, la tristeza y el dolor, ahora me invadía una ira inaguantable; sentía como si tuviera una bola de bolos en mi pecho, queriendo escapar por mi garganta, mi amigo había muerto y yo no había podido evitarlo, no podía evitar la muerte de nadie en ese maldito lugar, no podía evitar mi muerte, pero en ese instante la deseaba con todas mis fuerzas, pero no soy lo suficientemente valiente o cobarde como para atentar contra mi vida.

¿Qué hacer? Todo indicaba que éramos parte de un macabro juego ideado por los carceleros para torturarnos y gozar observando como, la desesperación iba haciendo estragos en nuestra humanidad…

Trabajar en este sitio es una manera fea de conseguir mi sustento; debo llevarles la comida sin siquiera verlos, al abrir la ventanilla por donde introduzco el alimento, solo se escuchan gritos y lamentos; es horrible imaginar lo que pasa allá adentro, prefiero no hacerlo; pero hay un hombre en particular que últimamente se me ha robado toda la atención. Cuando abro la puertica me llama carcelero y siempre me pregunta por que los torturamos, es extraño escuchar que el habla de un nosotros, me dice que adentro hay personas muertas, lo dice con tal dolor que se lo creo; ese hombre no esta solo, pero lo está, se desespera diciéndome que su amigo se ha roto el cráneo, grita diciéndome que por favor apague la sirena, que ya todos han perdido la razón; cual sirena?, en este sitio frio reina el silencio, todas las celdas están aisladas acústicamente, solo escapa algún ruido cuando abro las portezuelas para entregar el alimento; no sé de que sirena me habla, pero lo seguro es que hoy por fin veré el rostro de aquel perturbado, ya que por lo visto, los fármacos no han hecho efecto alguno y la sala de electrochoques esta lista para despertar un poco al hombre de la sirena.

DIEGO E.

SIN NOMBRE


Los rayos débiles de la luna llena se filtraban cortantes por los pequeños hoyos que habían en el techo de mi oscura habitación, en mi mente comenzó a crecer esa inexplicable sensación que me acostumbra llegar cuando hay luna llena. No podía dormir, así que decidí aprovechar la claridad de la noche, salir a caminar y tomar un poco de aire puro.

En mi habitación el aire siempre ha sido pesado y desesperante, como no tiene ventanas, el aire no circula, convirtiéndose además en el sitio más oscuro de la casa.

En la calle, la luz gris azulada de la luna, formaba sombras con figuras espectrales, las cuales nunca temí, desde niño aprendí a amar la literatura más sórdida existente, debido a eso en mi imaginación siempre han vivido estas imágenes y pensamientos, para una persona “normal” serian tan tétricos que la sola impresión los llevaría a la muerte.

De pronto, llegó a mí el recuerdo de lo único hermoso que conocía en esos días. La dama sin nombre; por mi cobardía nunca me atreví a hablar con ella, solo me extasiaba con verla caminar por la calle central.

Coincidencialmente de una puerta cercana a mi camino salía una débil luz, era muy extraño que sucediera a esa hora de la noche, así que mi curiosidad me llevó hasta esa puerta, introducía mi mirada en el pequeño espacio, y ¡oh! Maravilla, era ella, mi dama, la dama sin nombre, quien estaba ahí esperándome. Su hermoso cuerpo desnudo me invitó a pasar, y yo sin pensarlo dos veces lo hice; la luz de la vela se reflejaba en esa blanca piel que siempre me había cautivado; pero su invitación (creí yo) no era solamente a pasar, así que comencé a desnudarme lentamente mientras observaba su sublime cuerpo, que nunca imaginé poseer.

Esa noche no dormí ni un solo segundo, disfruté como nunca lo había hecho. Ese cuerpo tan hermoso me llevó a un éxtasis que parecía sobrenatural; el soporte sobre el que estábamos, por momentos parecía desbaratarse, víctima del ímpetu de tan abrumante deseo. Su cuerpo producía sonidos que eran desconocidos para mí, y que aumentaban mucho más ese frenesí tan poderoso.

Al final, cuando mi cuerpo no resistía más, me recosté a su lado y le dije Gracias… sabiendo que ella jamás me iba a responder, porque había estado en esa morgue durante ocho días.


DIEGO E.

“…ANIMAL NOCTURNO”





El ser un animal nocturno era una bella rutina. Cobijado por el velo oscuro de la noche, vagando casi siempre, errante por senderos aun mas oscuros que el mal corriente, solía desplazarme sigiloso entre las calles; en la noche se vive una realidad que pocos vemos y aun menos caminamos; llevando así, desde mi propio principio una resistencia al paso inevitable del tiempo y al sentimiento efímero que algunos impregnan al cual le llaman vida.

La mayoría de mi vida se desarrolla en las oscuras calles de una ciudad chica en tamaño pero grande en hambre de sensibilidad, así, éstas se han convertido en mi única fantasía, las conozco desde que tengo memoria. No ha sido fácil estar en ellas, quizá no son seguras pero son las únicas que producen un efecto tal en mí que me hacen sentir vivo, vivo para cazar y ser cazado. Estas calles oscuras y temerosas llegada la noche, me protegen y me exponen como el amor mismo.

De día el tiempo es eterno en esta chica ciudad, lo cubre un sueño apacible, cálido e incluso lento. El ciego letargo es propio del día y de los que habitan esta ciudad, seres en su mayoría hostiles y que ignoran su propia realidad, excluyéndose a menudo de esta.

Mi cómplice en las frías noches es la luna, ese astro incansable constante y luminoso que desde arriba cuida mi andar e ilumina el camino, conoce más de mi que yo de ella; es mi conciencia que siempre late dentro de mi, es mi eterna guía y mi protectora.

Mi elixir es una bebida única; es un liquido blanco de fuerza y de vida, mi comida favorita en cambio la provee las largas noches, es el sentirme vulnerable que me hace mortal, el miedo enriquece mi alma dándole fortaleza a mi espíritu.

La astucia de mi alma es propia de mi especie, salto con energía cuando así mi pensar me lo permite, poseo cualidades infinitas que dejo salir sin prejuicios en la noche, donde todo y cuanto queremos es posible, y es que la noche es dueña de los que tienen pensamientos libres y mágicos, el verdadero ser aparece en cada quien una vez llega la noche, las mascaras se caen y permiten ser quienes somos, con miedos y esperanzas pero nosotros mismos al fin y al cabo.

En mis encuentros nocturnos me han dejado herido mi pata delantera y un pedazo de cola con traumas no muy severos, no tanto como las heridas en el alma debido a la hostilidad de sentimientos de seres como yo , reafirmando que corremos mas riesgos cuando vivimos con seres de aparente igualdad, algunas de estas heridas se han curado al poco tiempo y sin cuidado; otras en cambio han sido en noches lluviosas y atroces, haciendo que mi recuperación sea un proceso difícil y lento, de hecho aun cojea mi corazón debido a mi ultimo accidente.

A lo largo de mi vida felina tuve un crecimiento físico un tanto lento, dando así paso a mi desenfrenado desarrollo intelectual que se manifiesta en mi gran capacidad de imaginación y recursividad que vuela estrepitosa y da forma a esta realidad que no me niego. Mis ojos claros en cambio ponen en evidencia mi alma y lo que en ella guardo, los cuales brillan destellantes iluminados por luces externas cuando las ideas más profundas emergen de mí.

Detesto más que el día todo aquello cuanto es estático y determinante, salto entonces tan alto como mis sueños me lo permiten, poseo un andar que insta de una melodía corta y dulce que cuenta que no creo en las noches que aun no llegan carezco de noción del futuro. No vivo como lo hacen todos.

No se si algún día cambie de calles o si mis heridas serán la próxima vez mas profundas o las mismas. Se con certeza que algunos fantasean con vidas mejores llenas de cosas dulces; yo no, amo en cambio que mi vida y mente se pierdan en la misteriosa noche de calles oscuras y lo inciertas que pueden llegar hacer nuestras vidas.

Gusto de sensaciones irreconocibles al llegar a casa pasada la noche, a pesar de tener un lugar seguro donde llegar, en este tengo todo cuanto necesito pero jamás garantizara que sea también un lugar donde este lo que quiera. ¿Después de todo quien sabe lo que quieren los gatos….?



Sofía Vela Rosero

INCONCLUSO


Llego la mañana como un relámpago cortante, mis ojos se abrieron a medias para ver donde había amanecido, estaba en una casa desconocida, rodeado de botellas vacías, colillas y olor a sexo. Estaba solo y apenas me puse en pie tuve que correr a la ventana por que ya no resistía las nauseas; vomite todo lo que había bebido, y un poco mas. Cuando abrí los ojos mojados por el dolor, me di cuenta de que estaba desnudo, así que entre rápidamente a buscar mi ropa; estaba terminando de vestirme y entro una muchacha exageradamente maquillada, que llenaba de sobra el término “ordinaria”, además que observándola de cerca, note que ya no era tan muchacha. Me saludo como si ya nos conociéramos, me traía un par de huevos freídos en manteca, con un poco de aguapanela que tenia un dejo a perfume barato. Me comento que la había pasado muy bien, y que nunca antes había conocido una persona como yo. Termine de vestirme sin decir una palabra, debido a su insistencia me decidí a probar aquel “desayuno”, el cual, combinado con el asco que me producía su aliento a alcohol y tabaco muy cerca de mi rostro, me obligaron a salir corriendo de ese sitio inmundo.
Mire mi reloj, y faltaban 10 minutos para la hora de entrada en el seminario, por la distancia en la que estaba, llegue tarde; el cura Roberto estaba en la puerta y me dijo que gracias a mis repetidas impuntualidades me merecía un castigo fuerte. En el seminario era regla que tuviéramos un fin de semana libre por mes; los cuales yo aprovechaba para embriagarme hasta perder la conciencia; en realidad soy mas ateo que una piedra, pero las únicas formas en esa época, de tener alimento y techo seguro y gratuito, eran la cárcel y el seminario, yo escogí el seminario, por que la verdad es que soy vago pero tengo muy poco de estúpido, además estaba solo como una ostra en esa ciudad. Cada tres llegadas tarde el castigo era ir a arreglar y podar el jardín del convento cercano, pero sin ninguna herramienta, literalmente “con las uñas”; la madre superiora era literalmente también, “un hombre encerrado en un cuerpo femenino”, usaba una vara de duro roble para mantener el orden, y me dio dos horas para terminar todo el trabajo; el jardín media 30 metros cuadrados y parecía una selva. Hice el trabajo lo más rápido que pude en tan corto tiempo; cuando llego la madre superiora y vio lo que había echo, concluyo que me merecía 50 golpes en mis manos ampolladas con su vara de roble. Quedaron destrozadas, y después de mi castigo me trajeron un plato de insípida y espesa avena, tenia demasiada hambre y como no podía ni mover las manos, me vi obligado a comer como un perro; cuando estaba llegando al fondo del hondo plato, escuche la voz mas dulce: era una hermosa y alta novicia, que me pregunto si deseaba un poco mas de avena; yo estaba avergonzado por el echo de que ella me viera en ese estado, pero todavía tenia un poco de hambre, además no quería hacerle un desplante a tan tierno y hermoso ser ; ella, muy rápidamente fue por un trapo húmedo para limpiarme la cara y el cuello, que estaban pegajosos por la avena que había derramado; me dio de comer como se hace con un bebe, y me conto que había vivido desde muy pequeña en un orfanato, pero cuando fue mayor de edad la sacaron de ahí, echo que aprovecharon las monjas para proponerle que ingresara al convento; ella se vio obligada a aceptar ya que al no hacerlo, debería vivir en la calle por que no conocía a nadie, se llamaba Laura. Al escuchar esto me di cuenta de que la había empezado a amar, su historia era muy similar a la mía; le conté lo que me había pasado, y percibí que su mirada de lastima se transformaba totalmente; hablamos por mucho tiempo y de muchas cosas, que aunque no nos conocíamos las compartíamos. Llegaron a mi sensaciones que me eran totalmente desconocidas, pero se sentían extremadamente bien.
Sonó de repente la campana que marcaba la hora de rezar el rosario; antes de que se fuera le pregunte cuando nos volveríamos a ver, ella me contesto que no sabia; y es que en realidad era físicamente imposible, a menos que yo me hiciera castigar de nuevo. Los quince días siguientes pensé en ella sin descansar, esperando mi salida para llegar tarde y verla otra vez; cuando llego ese día el cura me informo que no saldría, ya que eso también era parte de mi castigo por la impuntualidad. Me quede totalmente solo en aquella casona, acompañado por el cura Roberto y los fantasmas que vivían ahí; en ese lugar era prohibido escribir en un sitio distinto a las clases, pero como estaba totalmente solo fui a una pequeña caleta que tenia en el jardín y saque mi cuadernillo que había hecho con pedazos de los bultos de azúcar que llegaban al seminario; cuando estaba escribiendo algo así como un poema para la hermosa novicia, mi paz se vio interrumpida por la llegada de la madre superiora. En esa casona cuando no había gente, los sonidos retumbaban por todas sus paredes, y se podía escuchar desde cualquier punto lo que se dijera en cualquier habitación de la casa; así que logre escuchar que la monja le pedía el favor al cura, que en las misas, comunicara a la comunidad que se esperaba en el convento un nuevo ingreso de novicias, para que se “casaran” con dios. Yo sentía en ese momento unas ganas increíbles de ver de nuevo a la novicia, estas y el aburrimiento total que sentía en ese sitio me llevaron a tomar una decisión radical: Las puertas que comunicaban el seminario con la iglesia, solo se abrían para el paso del cura y sus monaguillos, pero como uno de ellos, que era el encargado de cerrar las puertas creía que todos habían salido, dejo una de las puertas abiertas, entonces, como un ratón, salí muy sigilosamente hacia la iglesia y me confundí entre la gente, me escondí dentro de un confesionario durante toda la misa, y escape mezclado entre la multitud. Me dirigí hacia la casa de aquella desagradable mujer que deje sin decir nada, le comente lo que me había sucedido, me disculpe, y ella accedió a ayudarme, a cambio de una noche de desenfreno; en la mañana salí, aunque agotado y con una resaca inaguantable, muy feliz e ilusionado por que vería a la hermosa doncella. Sentí gran admiración por la viciosa mujer con la que había amanecido cuando me mire en el espejo, era una artista, mi aspecto había cambiado totalmente; yo tenia la imagen de una tierna jovencita, con una cara tan virginal que casi no pude reconocerme.
Antes de salir y para que no se sintiera tan mal, le pregunte a la sucia mujer cual era su nombre, se llamaba Vetona, ella me regalo en un pequeño bolso tres vestidos negros que habían pertenecido a su hermana menor, ella había muerto hacia poco. Salí de esa casa con mi pequeño bolso, y mientras que caminaba, planeaba que mentira iba a decirles a las monjas para que me dejaran entrar al convento; habían 20 cupos disponibles para ingresar, ya que 20 monjas habían sido enviadas en una misión al vaticano; pero las que nos presentamos éramos 50, así que debíamos pasar una prueba para poder ser aceptadas. Primero me preguntaron por que deseaba tomar lo votos; les respondí que venia de un pueblo muy lejano, en donde vivía con mis padres, que eran muy católicos, y hacia muy poco que habían muerto de tosferina, así que yo quede desamparada y sola en el mundo, y por eso antes de casarme con algún viejo verde, irme de sirvienta con el riesgo de ser tentada por el patrón, o ser prostituta; decidí cumplir mi sueño de toda la vida; consagrar mi vida a dios. Fue una mentira perfecta, ellas me pidieron una identificación, pero yo les dije que como siempre había vivido en el campo lo único que habían hecho mis padres era bautizarme, y que en un incendio en el archivo mi acta de bautizo desapareció entre el fuego; les dije que me llamaba Lucrecia y fui la primera en ser aceptada. Ellas me regalaron una camándula, un crucifijo y tres pedazos de trapo que no sabia para que servían; luego de cuatro horas de sermón, que aguante feliz, escuchando en los coros la voz de mi dama; que lo llenaba todo a su alrededor; nos llevaron al interior del convento y me asignaron una cama cerca de la puerta, yo estaba impaciente por saber donde dormía mi doncella y el pulso se me aceleraba pensando como la abordaría y le haría saber todo lo que había hecho para poder estar cerca de ella, lamentablemente después de rezar el rosario y verla otra vez no tan cerca como deseaba, note que ella estaba alojada en un cuarto ubicado en el otro extremo del convento ya que era una alumna antigua; ese día no sucedió nada nuevo y después de una comida sabrosa pero insuficiente nos mandaron a dormir, ese momento fue un poco difícil para mi, ya que todas mis compañeras, que rondaban entre los 15 y 18 años se desnudaron para ponerse la bata de dormir y como yo tenia aun las huellas de la resaca no pude evitar tener una erección, y por mas que pensaba en cosas desagradables y evitaba ver los sonrosados cuerpos que me rodeaban, ese ambiente de santidad, de pureza y olor a incienso, me estremecía casi hasta el delirio, lo que no dejaron de notar mis compañeras; por fortuna la erección no, pero si mi extraño comportamiento, el cual excuse diciendo que era efecto de la emoción, pero aun seguía vestida y todas me miraban esperando a que me cambiara, yo les dije que era muy pudorosa y que desvestirme ante los ojos de otros era para mi un acto impuro, aunque en realidad lo deseaba profundamente, me acosté como estaba y no faltaron las que me llamaron sucia, pero eso era lo de menos, ya que en ese momento debía usar mi mente en planear una estrategia para llegar hasta mi dama y sacarla de ese lugar tan árido, pensando en eso me dormí profundamente, sentía una tranquilidad que no llegaba a comprender.
En la mañana yo soñaba que estaba cerquita de mi Laura y que ella me acariciaba el rostro, tenia unas manos suavecitas y tibias, se sentían tan reales, demasiado reales; pues lo que en realidad pasaba era que yo, que me creía el as del engaño y la actuación, había pasado por alto un pequeño detalle que todos los días tenia presente, y que en ese instante fue mi perdición; y es que poseo una barba no poco abundante, que con los primeros rayos de la mañana comenzó a asomar sus puntas, lo que noto la madre superiora que en ese momento pasaba revista mientras aun dormíamos; entonces lo comprobó con sus propias manos; lo próximo que sentí después de las caricias, fue la vara de roble estrellándose en mi rostro, con tal fuerza que se partió y me partió la nariz, fue un horrible despertar, tanto que casi me ahogo en mi propia sangre, pero aun así logre escapar y volví donde Vetona que me curo y me escondió por un tiempo, la ley me busco por todos lados y si me hubiera encontrado no estaría relatando esta historia que aun no se como va a terminar, por que después de unos meses, me entere que el día en que Laura debía tomar definitivamente los hábitos y enclaustrarse para siempre, ella decidió renunciar y cuando salió del convento se llevo consigo una antigua camándula de oro que vendió a muy buen precio, con ese dinero escapo hacia la ciudad de Permas donde ahora canta en una cantina; digo que no se como va a terminar, por que después de mucho esfuerzo y paciencia, Vetona al fin pudo quedar embarazada y a cambio de mi semilla ella me dio el dinero suficiente para viajar hasta Permas e instalarme allí por un tiempo, ella, aunque viciosa es una mujer buena y creo que el vicio era solo su escape a tan abrumadora soledad; pues no estará mas sola, sé que mi hijo esta en buenas manos; digo que no se como va a terminar, por que yo en este instante estoy llegando en el tren a la grandiosa y pudridora Permas…


DIEGO E.