Te veo desde lejos, busco tu mirada,
no encuentro la manera de acercarme a ti;
me gustaría escuchar tu voz de cerca,
si lo permites, quisiera sentir tu aliento, tu respiración…
Permíteme acariciar tu piel con toda mi piel,
permítenos ser uno y nada al tiempo.
Déjame recorrer tus caminos, tus pliegues,
vámonos al nacimiento y a la muerte,
regocijémonos en el néctar divino de la pasión…
Pero antes, si no es mucho atrevimiento,
¿Podrías decirme como te llamas?
Diego E.